“Los polos opuestos se atraen”... me resulto siempre una frase que nos representaba al dedillo a J y a mi, al menos en un principio, pero con el paso de los años elabore otra teoría. Mi teoría es que luego de un tiempo los polos se mimetizan... verán...
Cuando lo conocí a J yo estaba ya en la facultad y él andaba en sus últimos años de la secundaria técnica, y las diferencias se notaban en un montón de puntos, afectadas por la geografía y el entorno, lo físico y lo psicológico que cada cual portaba.
A saber:
Yo era bastante normalita (aclaro que eso quedo atrás y de normal hoy solo tengo la contextura, mi interior raya con el delirio), una chica criada en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, donde si una no mantiene la compostura puede quedar catapultada de lleno a la boca de todas las cotorras de turno... eso de “pueblo chico infierno grande” es tan cierto como que el pasto es verde (y los marcianos también), así que se imaginaran que mis abuelas y tías abuelas se encargaron de recordarme siempre como se comporta una señorita (ejem... puertas afuera).
Desde lo físico J era bastante normalito para el lugar donde él vivía (Banfield) con sus rulos largos hasta mas allá de los hombros, sus remeras negras de Todos Tus Muertos y V8, con sus pantalones tan rotos en las rodillas y trasero que mi madre creían que eran harapos. Por ese entonces portaba cara de nene (el muy turro sigue pareciendo un borrego y a mis los años se me notan) y una contextura física delgaducha, que según é,l era pura fibra.
A mí me gustaba (aún me gusta) el blues y el jazz, la música clásica y el ballet, la opera y el tango, la música francesa entremechada como al pasar con The Doors y Pink Floy, Dire Strayt, los Redondos y La Renga (una buena melange)
Él escuchaba, como ya supondrán, Almafuerte y Mano Negra, V8 y Hermética, Todos tus Muertos, Iron Maiden y Metallica, ACDC y Nirvana... entre otros metaleros de rigor.
Yo leía y leo como si quisiera llevarme a la tumba todas las historias escritas en el mundo, soy fanática de los libros, no me gusta prestarlos y soy capaz de gastar mucha plata en ellos, no hay biblioteca que aguante mi vorágine posesiva.
J lo único que leyó en su vida (y no sé si completo) fue un libro sobre la historia del “Taladro” (entiéndase por tal club Atlético Banfield).
Yo soy la mina más hincha quinotos en lo referente al orden y la limpieza, me saca de quicio, me enloquece, me desespera, me pone histérica el desorden, no el caos, sino un pequeñito desorden.
J no tiene orden en nada, ni en su trabajo, ni en sus papeles, y menos que menos en casa, no sabe mantener las cosas ordenadas en el lugar que yo les estipule (salvo tratándose de su preciada “chata” en la cual no se puede tirar ni un papel y guau de respirar muy fuerte)
En fin, aquí viene mi teoría de la mimetización, después de trece años de estar juntos, de cinco años de convivencia y dos de matrimonio...somos uno, y ya no es raro llegar de la facultad y encontrarme a J escuchando a todo trapo a Pavarotti y cantando a grito pelado “carusso” y es menos raro que yo pidiera e implorara casi de rodillas la entradita para ir a ver a Iron Maiden, ni que me sacara los tacos y el vestido después de venir de la oficina para calzarme unas zapatillas negras y alguna remera para ir a ver a Iorio (cantante de Almafuerte) en algún antro de Temperley, ni que J se pusiera el traje para llevarme a ver “Carmen” o “Cascanueces”,y si... fuimos convirtiéndonos en uno, y ya suelo moverme en su desorden como un pez en el agua (todavía me molesta, pero estoy mas relajada) y si bien no he logrado que agarre algún libro, se los leo yo cuando organizamos algún viaje, o a la noche en la cama...
Entonces lo que comenzaron siendo disparidades, se convirtieron en similitudes, en asimilaciones, en un “tu” y un “yo” que es solo “nosotros” y tan mal no nos va, nos sobra el amor, mas allá de los enojos y las peleas cotidianas, mas allá de los desencuentros y de los encontronazos, de mis tiempos y sus tiempos, de los dimes y diretes, porque apostamos a pelearla mas allende de las similitudes y diferencias, a pelearla diariamente por este amor, a hacerle frente a las crisis, porque sabemos que queremos envejecer juntitos, yo en su desbarajustes y él con mis manías.
Cuando lo conocí a J yo estaba ya en la facultad y él andaba en sus últimos años de la secundaria técnica, y las diferencias se notaban en un montón de puntos, afectadas por la geografía y el entorno, lo físico y lo psicológico que cada cual portaba.
A saber:
Yo era bastante normalita (aclaro que eso quedo atrás y de normal hoy solo tengo la contextura, mi interior raya con el delirio), una chica criada en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, donde si una no mantiene la compostura puede quedar catapultada de lleno a la boca de todas las cotorras de turno... eso de “pueblo chico infierno grande” es tan cierto como que el pasto es verde (y los marcianos también), así que se imaginaran que mis abuelas y tías abuelas se encargaron de recordarme siempre como se comporta una señorita (ejem... puertas afuera).
Desde lo físico J era bastante normalito para el lugar donde él vivía (Banfield) con sus rulos largos hasta mas allá de los hombros, sus remeras negras de Todos Tus Muertos y V8, con sus pantalones tan rotos en las rodillas y trasero que mi madre creían que eran harapos. Por ese entonces portaba cara de nene (el muy turro sigue pareciendo un borrego y a mis los años se me notan) y una contextura física delgaducha, que según é,l era pura fibra.
A mí me gustaba (aún me gusta) el blues y el jazz, la música clásica y el ballet, la opera y el tango, la música francesa entremechada como al pasar con The Doors y Pink Floy, Dire Strayt, los Redondos y La Renga (una buena melange)
Él escuchaba, como ya supondrán, Almafuerte y Mano Negra, V8 y Hermética, Todos tus Muertos, Iron Maiden y Metallica, ACDC y Nirvana... entre otros metaleros de rigor.
Yo leía y leo como si quisiera llevarme a la tumba todas las historias escritas en el mundo, soy fanática de los libros, no me gusta prestarlos y soy capaz de gastar mucha plata en ellos, no hay biblioteca que aguante mi vorágine posesiva.
J lo único que leyó en su vida (y no sé si completo) fue un libro sobre la historia del “Taladro” (entiéndase por tal club Atlético Banfield).
Yo soy la mina más hincha quinotos en lo referente al orden y la limpieza, me saca de quicio, me enloquece, me desespera, me pone histérica el desorden, no el caos, sino un pequeñito desorden.
J no tiene orden en nada, ni en su trabajo, ni en sus papeles, y menos que menos en casa, no sabe mantener las cosas ordenadas en el lugar que yo les estipule (salvo tratándose de su preciada “chata” en la cual no se puede tirar ni un papel y guau de respirar muy fuerte)
En fin, aquí viene mi teoría de la mimetización, después de trece años de estar juntos, de cinco años de convivencia y dos de matrimonio...somos uno, y ya no es raro llegar de la facultad y encontrarme a J escuchando a todo trapo a Pavarotti y cantando a grito pelado “carusso” y es menos raro que yo pidiera e implorara casi de rodillas la entradita para ir a ver a Iron Maiden, ni que me sacara los tacos y el vestido después de venir de la oficina para calzarme unas zapatillas negras y alguna remera para ir a ver a Iorio (cantante de Almafuerte) en algún antro de Temperley, ni que J se pusiera el traje para llevarme a ver “Carmen” o “Cascanueces”,y si... fuimos convirtiéndonos en uno, y ya suelo moverme en su desorden como un pez en el agua (todavía me molesta, pero estoy mas relajada) y si bien no he logrado que agarre algún libro, se los leo yo cuando organizamos algún viaje, o a la noche en la cama...
Entonces lo que comenzaron siendo disparidades, se convirtieron en similitudes, en asimilaciones, en un “tu” y un “yo” que es solo “nosotros” y tan mal no nos va, nos sobra el amor, mas allá de los enojos y las peleas cotidianas, mas allá de los desencuentros y de los encontronazos, de mis tiempos y sus tiempos, de los dimes y diretes, porque apostamos a pelearla mas allende de las similitudes y diferencias, a pelearla diariamente por este amor, a hacerle frente a las crisis, porque sabemos que queremos envejecer juntitos, yo en su desbarajustes y él con mis manías.
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